miércoles, 19 de diciembre de 2007

Retratos

Una de las cosas que más apasionan a Gorka es el fútbol. Juega en el Lagunak, el equipo de Barañain (Navarra). En este partido contra el Altsasua, era fundamental obtener al menos el empate, ya que eso les daba la clasificación a la segunda fase. Aunque apenas salio unos pocos minutos al final del encuentro, como siempre, él se entrego al máximo.

Como suele contar, es “muy importante estar concentrado y no dejarte influenciar por la presencia del público, que no siempre esta a favor de tu equipo. Lo que hay que hacer es pensar en el partido y nada más”.

Como ocurre en los partidos de las grandes figuras, esos que se retransmiten en televisión y se pagan muchos euros para ver que lo echa en la pequeña pantalla, es realmente complicado “pillar” a un jugador al concluir el encuentro, por mucho que el resultado sea favorable, en este caso 2 – 2, para hablar con el y poder realizarle unas fotos.


Así pues, más tarde, en un momento libre, aproveche para realizarle alguna instantánea más. Su rostro reflejaba la satisfacción de haberse clasificado para la segunda fase, por lo que no fue posible conseguir que se enfadase. De esta manera, opte por decirle que hiciese cualquier cosa que se le ocurriese, como tirarse de los pelos, o ponerse a gritar. Un rato agradable entre risas y algo de complicidad.



Gorka, de 20 años, es un muchacho alegre y vivaracho. Amigo de sus amigos, siempre dispuesto a ofrecer una mano si se necesita ayuda. No le hacía mucha gracia lo de hacerse fotos, y sin embargo, ahí estuvo, haciendo un poco el tonto para su hermana.


jueves, 6 de diciembre de 2007

Reflejos

- ¿Sabes dónde es? Sólo tenéis que seguir el camino a través del bosque, girar a la izquierda en el cruce y enseguida llegáis.

- Si ya se, como si fuésemos al pueblo de Gaizka ¿no?

- Si, eso es. Nos vemos allí, pero daos prisa que ya ha salido casi toda la gente.

- Qué si. Hasta luego.

Después de indicarle a Gorka el camino se pusieron en marcha. Eran los últimos en salir de aquel lugar. Dejaron la vieja ermita atrás para internarse en la estrecha carretera que les conduciría al lugar donde iban a cenar.

Era una agradable tarde de finales de otoño. Las lluvias y las nubes de los días pasados habían dejado paso a un brillante pero frió sol de invierno acompañado de un cielo despejado.

La carretera, flanqueada por árboles que permitían el paso intermitente de la luz solar, transcurría sin grandes curvas, incluso a veces podían ver las luces del coche que les precedía. Iban hablando de cómo y cuanto había cambiado tal o cual persona y rememorando las diferentes anécdotas que ya casi tenían olvidadas. Tan entretenidos iban en su charla que no se percataron de que el bosque se había hecho más sombrío y denso. Ya no se podía apreciar la danzarina luz del sol entre los grandes árboles.

- ¿Dónde estamos?

- No lo se, solo he seguido la carretera

- ¡Pero qué dices! ¿No ves que no estamos en la carretera? Llamare a Alazne para decirle que nos hemos perdido.

Una vez lo hubo intentado varias veces desistió a la vez que exclamaba que no había cobertura en aquel maldito bosque. Gorka le respondió que no se preocupase, que darían la vuelta en el pequeño claro que se abría ante ellos y desandarían el trecho recorrido, para, finalmente, llegar nuevamente a la carretera. Mientras conducía, Gorka no podía dar crédito a como podía haber circulado por ese bosque, tal era su densidad. Cuando parecía que se abría algún claro, el cielo se veía oscuro, pero no podía asegurar si se debía a que se había nublado o si simplemente había anochecido.

Repentinamente, delante de ellos se abrió un claro, tan parecido a aquel en el que habían dado la vuelta que desconocían si se trataba del mismo o no. Gorka paró el coche y bajaron de él, Mónica llevaba el móvil en la mano y daba vueltas en busca de cobertura.

- Nada Gorka, no hay forma. No hay cobertura en este bosque. Es raro, no tenemos que estar muy lejos del pueblo, y allí si que hay.

- Hay algo raro en el bosque, ¿no lo notas?

- Has visto demasiadas películas de miedo.

- Venga, sigamos el camino. Monta en el coche.

Esa parada en el bosque no le había gustado nada a Gorka, le había puesto más nervioso y sus deseos por encontrar la carretera aumentaban.

- ¿Has visto eso? Algo afuera se ha movido.

- No me distraigas

De repente, Gorka frenó bruscamente. Ante ellos se alzaba majestuosamente un gran caserón.

- Preguntemos aquí

Mónica bajó del coche, móvil en mano, continuaba buscando cobertura, y se situó al lado de su amigo. Llamaron dando un fuerte golpe con la aldaba en aquel enorme portón de madera. Esperaron. Parecía que nadie habitaba aquella casa. En el mismo momento en el que se daban la vuelta para marcharse, la puerta se abrió. Entraron con cuidado, agarrados de la mano. Todo estaba a oscuras.

- Vayámonos Gorka, aquí no hay nadie.

Al salir de la oscuridad de la casa, el sol brillaba nuevamente en el cielo y el bosque que se abría alrededor ya no daba esa sensación de ahogo. Su densidad era menor. Avanzaron un par de pasos y se giraron para contemplar el caserón, pero para sorpresa suya, no se encontraba ante ellos.

- Pero….

- Vamos al coche.

- ¡Mira! La carretera.

Enseguida llegaron al cruce, y tal como Alazne les había indicado, continuaron por el camino con dirección hacía la izquierda. Al poco rato se reunían con el resto de sus amigos.

- Oye Alazne, lo siento mucho, pero es que nos hemos perdido y hemos llegado a un viejo caserón y….

- Pero Mónica, ¿qué dices? Si no habéis tardado nada

- ¿Cómo qué no? He intentado llamarte, pero no había cobertura. ¡Mira!

Al mostrarle el móvil quería demostrarle la cantidad de veces que había intentado contactar con ella y probar su historia, sin embargo, la última llamada que aparecía era la que la misma Alazne le había hecho justo antes de que ellos saliesen de la ermita para indicarle el camino.