Cuando a alguien le nombran Santo Domingo seguido de Pamplona, lo primero que le viene a la mente es San Fermín y sus archiconocidos encierros. Sin embargo, para los lugareños, Santo Domingo encierra tantos secretos como historias alberga. Y es que, a pocos metros de
Posee dos entradas, una por la cuesta de Santo Domingo, y otra por
Se trata de un espacio luminoso, cubierto de las inclemencias del tiempo de Pamplona, que por suerte hoy acompaña, y es por ello por lo que muchos padres y madres dejan a los niños un poco más de libertad que la habitual para poder jugar. Es imposible que no asome una sonrisa a los labios de cualquiera a ver a la chiquillería divertirse y correr alrededor de uno. También hay quien simplemente decide ir a dar una vuelta para pasar la mañana. Y por supuesto, en este caso, algún que otro compañero de clase.
Un mercado en el que se puede pasear sin prisas, juntarse con los vecinos y comentar si vienen o no los hijos a comer e incluso deleitarse la vista con los buenos productos de la granja, la huerta o el mar que se exponen en los puestos.
Más gente de la que se piensa acude a este lugar a hacer la compra de todos los días. Se trata de un lugar en el que la atención es más personal, más cercana, y aquel que atiende conoce las manías y costumbres de sus clientes, aprendidas a base de años de dedicación a su pequeño negocio y una amabilidad ilimitada. Un lugar donde todo el mundo tiene una sonrisa, una palabra amable, un bonito gesto. Un lugar donde no tienen cabida otros matices sociales, culturales, económicos o de cualquier otra índole, solo cabe lugar para el trato de personas hacía personas.
Un lugar entrañable en el que pasar un buen rato y aprovechar para abrir el apetito, que más tarde se saciara en alguna taberna de Estafeta o San Nicolás, o para hacer la compra de última hora. Y a pesar de todo, quedan espacios libres, para aquellos que deseen abrir un puesto.
Información: http://www.pamplona.net/VerPagina.asp?idPag=182&idioma=1
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